“Se fue a pique un día un navío con todos sus pasajeros, y un hombre, testigo del naufragio, decía que no eran correctas las decisiones de los dioses, puesto que, por castigar a un sólo hombre, habían condenado también a muchos otros inocentes.
Mientras seguía su discurso, sentado en un sitio plagado de hormigas, una de ellas lo mordió, y entonces, para vengarse, las aplastó a todas.
Se le apareció al momento Hermes, y golpeándole con su caduceo, le dijo:
-Aceptarás ahora que nosotros juzgamos a los hombres del mismo modo que tu juzgas a las hormigas… “
Antes de juzgar el actuar ajeno, debemos juzgar nuestra propia conducta y forma de hacer las cosas, que normalmente si la analizamos nos daremos cuenta que no dista tanto de aquello a lo que solemos “criticar” de los demás.